John M. Ackerman
Para “no legitimar el sistema”, propongo que todos dejemos de leer periódicos y revistas, de utilizar las redes sociales, de acudir a marchas o de conversar con nuestros colegas, vecinos y amigos. Que cada quien se quede solo en su casa para dedicar la mayor cantidad de tiempo posible a la construcción de su propia burbuja dorada de pureza ciudadana. Así podrás evitar conocer las masacres constantes, la corrupción desbordada y el cinismo institucionalizado que tienen al país al borde del precipicio. Serás más feliz y dormirás tranquilo imaginando que no puedes hacer absolutamente nada para cambiar el sistema.
Cada tortilla que comes, cada libro que lees, cada pensamiento que tienes y cada momento en que inhalas y exhalas aire mexicano ratifican tu pertenencia a esta patria tan dolida. Así que si eres de los pocos afortunados que cuentan con los recursos para viajar, ve preparando tus maletas desde ahora para dejar el país. Después podrás solicitar otra nacionalidad y renunciar a la mexicana para estar libre de cualquier vestigio de culpa por el naufragio nacional que dejarás atrás.
Pero más allá de tus planes de largo plazo, te suplico que de ninguna manera se te ocurra romper con tu rutina diaria para ir a votar el próximo domingo, 7 de junio. La televisión y el onanismo son actividades mucho más importantes y satisfactorias que formarse en una larga fila para colocar una papeleta en una urna. Te han convencido de que todos los partidos y candidatos son “lo mismo”, así que no importa si votas o no votas, ya que al final de cuentas todo seguirá igual.
Y cuidado: Si en algún momento entre hoy y el 7 de junio sientes que empieza a encenderse una pequeña llama de esperanza, una voz totalmente irracional que te dice que eres alguien y que puedes hacer algo para cambiar el país, prende inmediatamente la televisión. Te bastará con un par de horas de Televisa o TV Azteca para volver a convencerte de que eres perfectamente inútil y que la única opción es el Partido “Verde”.
Y si de veras no puedes resistir la tentación de codearte con tus conciudadanos el domingo, o si tu novio o novia te hace ojitos para que le acompañes a las urnas, aprovecha la ocasión para romper la boleta electoral en mil pedazos o escribir en grandes letras alguna grosería dirigida a la clase política. Así podrás evitar cualquier sentimiento de culpa por haber “legitimado” el sistema. No importa que tu “voto nulo” fortalezca al PRI, a Enrique Peña Nieto y al régimen asesino, ya que ello no es tu responsabilidad, sino de los mismos políticos corruptos que repudias.
Todos sabemos que los resultados de las elecciones en puerta no reflejarán la voluntad popular. El artículo 41 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos indica que “la renovación de los poderes legislativo y ejecutivo se realizará mediante elecciones libres (y) auténticas”. Sin embargo, con su inacción o abierta parcialidad, el Instituto Nacional Electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales, juntos, conspiran en contra del pueblo mexicano. Han dejado en total impunidad un sinnúmero de violaciones a la ley por parte del PRI y el PVEM.
El fraude está garantizado. El Diccionario de la Real Academia Española define “fraude” como “una acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete”. Y lo que ha predominado en las campañas actuales son precisamente el engaño y la mentira, sobre todo del Partido “Verde”, en contra de la ciudadanía.
Pero ello no es motivo para tirar la toalla, dejar de soñar, aceptar pasivamente la situación actual, o para anularnos como ciudadanos. El derecho al voto libre y secreto es un derecho conquistado a lo largo de siglos de luchas populares en contra del poder despótico en todo el mundo. No ejercer este derecho fundamental equivale literalmente a regalar las instituciones del Estado mexicano, nuestras instituciones públicas, a los peores intereses corruptos y apátridas.
Quizás tendría sentido dejarse vencer por la tristeza y la desesperación si realmente no hubiera opción alguna en la boleta electoral, si en verdad todos los partidos fueran “la misma basura”. Pero resulta que en México se encuentra en proceso de construcción una nueva alternativa política que podría ser mucho más poderosa y efectiva que las que hoy existen en Grecia con Syriza o en España con Podemos.
Las coyunturas nacional e internacional son idóneas para que la trayectoria de Morena sea radicalmente diferente a la del PRD, el Movimiento Ciudadano o el Partido del Trabajo, que ahora yacen como cascarones vacíos totalmente corrompidos.
La construcción de un partido verdaderamente ciudadano, simultáneamente al servicio de la inteligencia y de los más humildes, dependerá de la participación de todos y cada uno de nosotros. Que no nos quiten la esperanza. Pasemos de la indignación a la digna acción.
Twitter: @JohnMAckerman
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Publicado en Revista Proceso, No. 2013